Lo que podría acabar siendo el Síndrome del Este

Lo que podría acabar siendo el Síndrome del Este

Lo que podría ser el «Síndrome del Este» es una reflexión  arriesgada pero necesaria dado lo que estamos viendo estos meses en una parte del territorio español como es Cataluña.

En la década de los noventa apareció una denominación médico-psiquiátrica llamada “Síndrome del Norte”. Con ella se quería dar a entender una serie de signos y síntomas que padecían sobre todo los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y también de las Fuerzas Armadas, destinados en el País Vasco, en aquel momento intensamente azotado por la barbarie terrorista.

En esencia el “Síndrome del Norte” consistía un estado de ansiedad mantenida, generalizada y en cierta manera reprimida, que provocaba una serie de síntomas tales como: insomnio, inquietud, irritabilidad, desconfianza, abatimiento, perdida de concentración y atención. Todo ello se acompañaba de alteraciones psicosomáticas diversas como: dificultad para respirar, opresión gástrica, pérdida de apetito, cansancio inmotivado y dolores diversos sin causa específica.

El síndrome del norte tenía una relación causa-efecto directa con el terrorismo existente en la zona y el rechazo social imperante hacia estos servidores públicos, a los que se consideraban “fuerzas de ocupación”. La situación laboral llegó a preocupar seriamente a las autoridades sanitarias encargadas de la vigilancia del contingente allí destinado. El médico que escribe esta reflexión tuvo la oportunidad de realizar la tesis doctoral sobre esta materia, confirmando con los datos objetivos lo que hasta ese momento solo eran creencias y opiniones más o menos fundadas.

Lo que sufrían estas personas era esencialmente un acoso psicológico y un rechazo social injustificado, junto a una situación de aislamiento, no solo de ellos, sino también de sus familias, la mayoría de ellas confinadas en las casas cuartel y en unidades militares. Además, y eso era lo peor, tenían una espada colgada sobre sus cabezas: la posibilidad de un atentado terrorista. Atentados que llegaron a alcanzar un ritmo y proporción intolerables en la sociedad española de aquel momento.

Ayer leía en un periódico digital de gran influencia e implantación nacional, en concreto El Español, una carta de dos policías nacionales destinados en una comisaria de Cataluña. Estos funcionarios habían remitido al citado medio una misiva en la que hablaban de sufrir lo que ellos mismos denominaban, haciendo una clara analogía con lo ocurrido en el País Vasco, el «Síndrome del Este”.

Según decían estos policías nacionales, que llevaban desde hace 4 o 5 años realizando su actividad profesional en la Comunidad Autónoma Catalana y que por razones obvias no quieren especificar, “habían vivido con cierto resquemor, pero ahora se sentían acosados”. Literalmente lo expresaban así:  «Tiene gracia, piden libertad de expresión, pero después eres un perro o un facha por hablar en castellano. No queremos otro País Vasco, por favor, hay que volver a la normalidad. Empieza a haber brotes muy preocupantes».

Los mismos funcionarios de policía son los que denominan a toda esta transformación sociopsicológica como Síndrome del Este. Y también son ellos mismos quienes establecen sensibles diferencias, al menos por el momento, entre el Síndrome del Norte y lo que está pasando en Cataluña en la actualidad y que transcribo literalmente:

No obstante, queremos salvar las distancias con el sufrimiento de esos desgraciados años, por cuanto entendemos que la actualidad de hoy en día ha cambiado. Pero el Síndrome del Este existe, y eso es lo que queremos expresar de alguna manera.

 Nos sentimos señalados a todas horas y en todo tipo de circunstancias, como por ejemplo cuando entras y sales de comisaría; en el día a día cuando vas a buscar a tus hijos al cole; cuando das un simple paseo; cuando vas a hacer la compra; cuando acuden al gimnasio a entrenar; etc.

 Somos considerados como los nuevos “GOSSOS” (perros), asesinos, fascistas, fuerzas opresoras y de ocupación, los apestados, los marcados, los odiados, los que estamos soportando esos silencios incómodos, esos murmullos desagradables… Queremos destacar también que esto es extensivo a nuestras familias y amistades del círculo más cercano, por cuanto los niños son escrachados en el instituto, nuestras parejas son aisladas en su entorno laboral, los amigos con temores infundados, y así podríamos continuar con una larga lista de situación.

Todo esto viene pasando hace algunos años, pero en estas últimas semanas se ha recrudecido. Hemos visto compañeros llorando, ambiente desconcertante en comisaría, mucha tensión, derivada por el agravio y la fractura social que se ha creado. Sufrimos el peso del descrédito social y miles de familias “llevan la procesión por dentro”.

 Los que vivimos y sufrimos entre finales de 1990 y el año 2000 directamente la situación de alarma social y enfrentamiento irracional que se produjo en el País Vasco, sabemos el gran daño y las enormes secuelas que todo ello ha producido, no solo entre los Funcionarios de Policía y de Fuerzas Armadas, sino también en toda la sociedad en su conjunto.

Todavía hoy, cuando ya no hay violencia física directa y cuando la banda terrorista ya está desarticulada, cuando ya han pasado muchos años de los últimos atentados y de las acciones criminales, siguen viniendo a las consultas de psiquiatría damnificados directos e indirectos que sufren trastornos ansiedad, trastornos del ánimo e incluso trastornos por estrés postraumático producidos por lo ocurrido en la Comunidad Autónoma Vasca.

La carta abierta de estos policías nacionales es solo un aviso, una señal de alarma, una llamada de atención, un sentimiento subjetivo, pero digno de tener en cuenta de lo que ojalá nunca se pueda llamar: el “ Síndrome del Este”.

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