La característica esencial de este trastorno es el dolor genital recurrente o persistente asociado a la relación sexual, tanto en hombres como en mujeres (Criterio A). Esta perturbación genera malestar acusado o dificultad en las relaciones interpersonales (Criterio B). Ella no es debida exclusivamente a vaginismo o falta de lubricación, tampoco se explica mejor por la presencia de un trastorno del Eje I, excepto otra disfunción sexual, y no es debida exclusivamente a los efectos fisiológicos de una sustancia o una enfermedad médica (Criterio C).
La incidencia de la Dispareunia es poco conocida. Raramente se le observa en el varón. Lo que sí es frecuente es su asociación y coincidencia con el vaginismo. Ambos trastornos se condicionan recíprocamente. El dolor sexual está ligado frecuentemente a trastornos urológicos y ginecológicos, los cuales deben descartarse. Si el dolor es «cambiante» lo más probable es que la etiología sea psicológica. Por el contrario, si es localizado y consistente, hay que pensar en un trastorno orgánico. Cuando el dolor es psicógeno, el mismo constituye un modo de expresar los conflictos sexuales, ansiedad, culpa, ambivalencia en torno a la sexualidad. Algunas veces se asocia a depresión, preocupaciones hipocondríacas, obsesivas y fóbicas y, más raramente, a esquizofrenia. A veces, el origen se halla en prácticas sexuales teñidas de sadismo o en historias de abuso sexual en la infancia.
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