Trastorno obsesivo de la personalidad

Trastorno obsesivo de la personalidad

Trastorno Obsesivo de la Personalidad

Esta alteración de la forma de ser se caracteriza por una preocupación excesiva e irracional por el orden, el perfeccionismo y el autocontrol. Son personas rígidas, carentes de espontaneidad y siempre preocupadas por las reglas, los detalles triviales, la puntualidad y las formalidades, en definitiva, por todo lo accesorio en detrimento muchas veces de lo fundamental.
Son extremadamente cuidadosos y escrupulosos, siendo capaces de repetir hasta la saciedad un trabajo para conseguir la perfección. Todo ello les hace perder mucho tiempo, llegando a fracasar en su empeño precisamente por ese afán y necesidad patológica y desmesurada de exquisitez. El obsesivo suele ser “adicto al trabajo” invirtiendo gran cantidad de su existencia en rendir y conseguir sus objetivos profesionales. Las vacaciones y el descanso son vividos con frecuencia como una pérdida de tiempo, generándoles un cierto malestar, cuando no una auténtica enfermedad.

Si realizan algún deporte u otro tipo de actividad recreativa su tendencia a hacerlo a la “perfección” les produce angustia y perciben la actividad lúdica también como algo estresante. Su moral estricta, extremadamente rigurosa y sus valores inflexibles. Son rígidos también con las conductas de los demás, pero, y sobre todo, con las suyas propias.
Con relativa frecuencia son personas avaras y controlan los gastos e ingresos con una minuciosidad agobiante. Lo anotan todo, llevan cuentas de todo, lo guardan todo. En ese afán morboso y enfermizo por guardar las cosas, las personas con trastornos obsesivos de la personalidad llegan a tener auténticos museos de ropa, utensilios rotos, revistas, o cualquier otro objeto. Su tendencia por el orden y la perfección les impide saber delegar. Lo tienen que hacer ellos personalmente; no se fían de los demás, ni de su eficacia ni tampoco de su capacidad. Sólo ellos lo hacen “a la perfección”, por lo que acaban cargándose de trabajo y cerrando de esta forma el círculo. A menudo su vida afectiva y sentimental es muy pobre ya que intentan siempre mantener las formas y guardar la seriedad en todo lo que hacen, incluso en la expresividad emocional.

Para modificar los rasgos anómalos de nuestra personalidad hay que invertir tiempo y constancia, pero el proyecto bien merece la pena.

Trastornos de la Personalidad |Posibilidades Terapéuticas

¿Qué podemos hacer con ellos?

Las posibilidades terapéuticas en los Trastornos de la Personalidad en general, son bastante limitadas. No obstante, existen, pero la condición fundamental para cambiar aquellos aspectos de nuestra personalidad que nos disgustan e incomodan es ser conscientes de su existencia y de lo irracionales y absurdos que pueden ser nuestros comportamientos haciéndonos sufrir de forma innecesaria. Ese sería el primer paso: darse cuenta de nuestra situación. Como dice Goleman, el autor de uno de los libros más vendidos en los últimos tiempos, “Inteligencia Emocional”, el primer paso necesario para despertar, es darnos cuenta de la forma en la que estamos dormidos.

Para modificar los rasgos anómalos de nuestra personalidad hay que invertir tiempo y constancia, pero el proyecto bien merece la pena. Es un grave error pensar que como tengo una forma ser determinada estoy condenado para siempre a repetir los mismos errores. Si nos lo proponemos con suficiente intensidad podremos conseguirlo. “Querer es poder” dice el refrán popular y no le falta parte de razón.

Una persona puede ser más o menos introvertida, o desconfiada, o sugestionable, o insegura, o…. lo que sea. Esa es su personalidad, mejor dicho, esos son algunos de los rasgos de personalidad que constituyen lo que llamamos temperamento. Pero también existe otra parcela de nuestra forma de ser que podemos modificar con relativa facilidad y que hemos denominado carácter.
La personalidad, en suma, se configura de la interrelación que se produce entre el temperamento, es decir entre lo biológico-genético-hereditario, y el carácter, esto es, lo aprendido del entorno o ambiente que ha rodeado al sujeto. Si trabajamos duro y nos adiestramos convenientemente, incluso si aprendemos algunos “trucos”, podemos ir modificando determinados rasgos y sustituyéndolos por otros que sean más saludables. Todo depende de nosotros, del interés que pongamos y de la necesidad real que tengamos de hacerlo.

Obviamente, este no es el sitio apropiado para aprenderlo, pero si para despertar el estímulo de intentarlo. Nosotros lo vemos con frecuencia en nuestras consultas y podemos afirmar que quienes se lo plantean de forma seria, invierten tiempo y esfuerzo en ello, y se dejan guiar por las personas apropiadas, lo consiguen. Obviamente, para cambiar en profundidad no basta con tener el propósito; hace falta poner en práctica técnicas de psicoterapia complejas, utilizadas por profesionales competentes y no por meros consejeros tan llenos de buena intención como de inutilidad. También es verdad que para limar esos pequeños “defectillos”, esas rarezas menores, esas formas de ser que a veces nos incordian, basta con mirarse al espejo cada día mientras te afeitas, o cada noche, mientras te quitas el maquillaje y te aplicas una crema hidratante y proponérselo con interés y tenacidad.

¡No se agobie innecesariamente, su problema puede tener solución!

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