La Histeria

La Histeria: A propósito de la “viuda negra”.

Pocas enfermedades psiquiátricas son tan desconocidas para el gran público como la histeria. Y a su vez, también, pocos trastornos mentales son tan nombrados popularmente como lo es la histeria, aunque el concepto corriente se aparta, y mucho, del que tenemos los médicos psiquiatras.

Para la ciudadanía, es decir, para usted amable lector, estoy seguro que cuando se habla de histérico lo relaciona con una persona nerviosa, probablemente inquieta, tal vez gritona y siempre exagerada. A veces también se entiende como histérico/a al individuo llorón, teatral o manipulador. Sin embargo, para un psiquiatra cuando habla de histeria, hace referencia a un tipo de enfermedad importante en la que puede haber síntomas físicos muy severos, sin que haya ninguna causa externa u objetiva que los justifique o produzca. O bien, síntomas llamados disociativos, es decir, una personalidad doble o incluso múltiple al estilo de Dr. Jekyll y Míster Hyde.

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Histeria es, salvo que los peritos forenses nos digan lo contrario, lo que hemos visto estos días en todos los informativos con respecto al famoso caso de la “viuda negra”. Claro que aquí además de histeria puede haber también una simulación, es decir, una conducta deliberada de engaño con el objeto de conseguir un beneficio claro y objetivable: disminuir la pena que presumiblemente se le va a imponer.

El histérico de verdad, es decir el enfermo de histeria, no representa un papel, ni simula, ni engaña en el sentido habitual del término. El histérico “se cree a pies juntillas” su propia representación. No hace teatro, es el teatro mismo, al menos es eso lo que nos dicen los manuales clásicos de psiquiatría. El beneficio que obtiene un histérico es ese: ser enfermo. También llamar la atención, provocar sentimientos de pena y, en consecuencia, ser objeto de cuidados y atenciones por parte de su entorno. Y, créanme, que muchas veces lo consigue.

Freud fue el que más estudio esta enfermedad, no en balde la teoría psicoanalítica se fundamenta en gran medida en el mundo del histerismo. En los trabajos de Freud sobre la histeria es donde se describen personas enfermas (generalmente mujeres según la teoría freudiana) que padecían ceguera, parálisis, sordera, eran mudas, etc.… sin ninguna explicación física. Este tipo de histeria es lo que hoy se llama trastorno conversivo. Según Freud la causa de esta conducta estaba en los traumas o conflictos inconscientes que tenían los enfermos (traumas en su mayoría de índole sexual), y que debían ser tratados por medio del psicoanálisis para recuperar la función perdida.

Otro tipo de histeria es el llamado hoy trastorno disociativo, caracterizado como hemos apuntado por que el enfermo tiene dos formas de ser o de comportarse contrapuestas, y en las que una de ellas ignora a la otra por completo, y también todo ello producido por represiones y traumas inconscientes que utilizarían, según el padre del psicoanálisis, este tortuoso camino para salir y hacerse conscientes.

Tanto la histeria conversiva como la histeria disociativa son entidades raras de ver hoy en día, aunque los libros y autores clásicos las describen con todo lujo de detalles y daban datos de una frecuencia hoy inusitada.  En mi ya dilatada carrera profesional puedo decir que no habré visto más de dos o tres casos como mucho y con reservas.

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El asunto de “la viuda negra” estaría, por lo que hemos podido ver hasta ahora, dentro del espectro histérico. La señora en cuestión no puede andar, al menos al principio de sus apariciones televisivas no podía, aunque luego hemos visto un cambio en sus síntomas. Parece que desde hacía tiempo ha estado “creando” esa disfunción para conseguir una serie de beneficios claros (la situación oficial de discapacidad y las ventajas que ello comporta) eso sería simular. Pero a mi modo de ver existe también una ganancia, no solo económica y material, sino una ganancia más compleja y de tipo inconsciente, que arranca en su adolescencia y que le permite conseguir otro tipo de beneficios, no tan evidentes ni materiales.

La conducta histriónica que se ha visto estos días en todos los canales de televisión no modificará sensiblemente, en mi opinión, las bases de la imputabilidad, y por lo tanto recibirá el reproche penal que las leyes prevén para este caso. En el derecho penal no es suficiente con tener una enfermedad, esta debe anular la capacidad de comprender lo ilícito de una conducta y anular la capacidad de actuar conforme a esa comprensión.

Cuando los focos se apaguen veremos lo que pasa con esta, ahora, protagonista de los magazines televisivos y de las tertulias radiofónicas. A lo mejor entonces es cuando su trastorno se exprese con otros tintes y puede que nos depare, una vez ya en el medio carcelario, nuevos y “jugosos” episodios.

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