El cerebro varia según el sexo.

El cerebro varia según el sexo.

“El cerebro no es unisex”, ese es precisamente el titulo de un interesante y jugoso articulo que publicaba en Diario Médico, José Ramón Zarate Covo a principios de este mes de abril. En dicho artículo se hacía referencia a algunas de las teorías existentes sobre un tema que siempre origina encendidos debates, unos a favor y otros en contra, pero todos intentando dar argumentos técnicos y mas o menos reflexivos.

Un claro ejemplo de esta situación es el libro de G. Rippon, “The Gendered Brain” (el género del cerebro), donde se concluye diciendo que: “la búsqueda de distinciones entre hombres y mujeres dentro del cráneo es una lección de mala práctica investigadora”.

En el otro lado de la polémica se sitúan grupos de trabajo de Universidad de Maryland experimentando con ratas macho, constatan cómo los andrógenos y los esteroides masculinos influyen directamente sobre los circuitos neuronales y estos a su vez sobre el desarrollo cerebral, lo que aclararía las diferencias de comportamiento entre sexos.

Las diferencias observadas en gran medida se deberían a la acción de la testosterona y de los receptores de endocanabinoides sobre las células de la amígdala en recién nacidos macho quienes tendrían muchas menos, al ser eliminadas por las células inmunes producidas por la acción de dichas sustancias.

A fecha de hoy decir que el sexo influye en muchos aspectos diferenciales entre hombres y mujeres, no solo morfológicos sino también fisiológicos y patológicos, resulta obvio. Es suficiente citar ejemplos tan evidentes como: solo una de cada ocho mujeres siente dolor torácico durante un infarto. O, la diferencia existente entre hombres y mujeres así como la incidencia constante de trastornos neurológicos (migraña) y psiquiátricos (depresión) en hombres y mujeres.

La explicación hay que buscarla en un hecho que por conocido no se le ha dado suficiente importancia. Durante décadas, la neurociencia, como la mayoría de las áreas de investigación y del conocimiento, ha estudiado de manera abrumadora solo a los hombres, asumiendo que los resultados valdrían también para las mujeres”. Esta profunda y manifiesta  “discriminación científica” ha perjudicado sensiblemente a las mujeres.

Hoy una gran mayoría de expertos creen que: “El cerebro de los mamíferos está influido por el sexo, aunque muchas de sus manifestaciones sean a menudo difíciles de identificar, por cierto, hecho bastante común para casi todos los problemas de la neurociencia”.

Pero, esta manera de visibilizar a las mujeres no ha gustado en algunos movimientos “feministas e igualitaristas”, convencidos de que no existen diferencias en el cerebro de mujeres y hombres. Lo que no se puede mantener a fecha de hoy es que “la evolución humana se detuviera en el cuello”. Decirlo y pretender demostrarlo es un absurdo basado mas en un uso sexista de los estudios, que en un método basado en la biología y en la genética.

El “mantra” que subyace es que si las mujeres y los hombres deben considerarse “iguales”, tienen que ser “iguales en todo y no debe haber diferencias, ni aunque sean biológicas”.

Guste o no, las evidencias científicas lo expresan con contundencia y las diferencias entre mujeres y hombres actúan hasta el mismo nivel celular. Sin ir muy lejos, y como se observa en múltiples trabajos de investigación las mujeres reaccionan de manera diferente a los fármacos, presentan síntomas peculiares en algunas enfermedades y la incidencia de algunas anomalías es muy superior a la del varón.

Por eso, si basamos nuestro conocimiento en el varón, no podremos detectar y tratar las enfermedades en las mujeres. Un ejemplo contundente son las reacciones adversas a los fármacos que las mujeres sufren más que los hombres, y también con una evidencia clínica muy contundente: en las mujeres algunos fármacos simplemente no funcionan, sencillamente porque “han sido probados y testados en hombres”.

Marco Del Giudice, de la Universidad de Nuevo México, obtuvo resultados opuestos en cuanto a la similitud cerebral entre hombres y mujeres, encontrando divergencias en el 69-77% de las veces, con las mismas variables cerebrales. Otros autores han hallado niveles aún más altos de diferencias con respecto a la estructura y función del cerebro entre los hombres y las mujeres. Sin duda que hay muchas similitudes, pero también muchas disparidades.

Negar e incluso denigrar o descalificar la investigación sobre las influencias sexuales en el cerebro, lo único que va a conseguir es que la investigación biomédica siga dominada por el varón como modelo preeminente.

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