Querer no Siempre es Poder

Querer no es Siempre Poder

Querer no es poder. Es evidente que en la vida siempre hay problemas y conflictos, a veces tan serios y graves que nos colocan en una mala situación anímica y que incluso pueden llegar a provocar una enfermedad. Me parece incuestionable que la adversidad y el infortunio pueden ser a veces inoportunos y pertinaces compañeros de viaje. También es evidente que desde el nacimiento empieza la fatídica e inexorable cuenta atrás hacia la muerte, destino final de todos nosotros. Y tampoco podemos negar que la llamada “inteligencia emocional” no se reparte siempre por igual, y que hay algunas personas que tienen muy poca, y que por lo tanto serían mucho más vulnerables al estrés, a la desdicha y al fracaso.

 

De forma genérica debemos tener siempre presente que somos y, por lo tanto, actuamos según las características que hemos recibido a través de la herencia. Pero también somos y nos comportamos según lo que hemos aprendido, sobre todo, en los primeros años de la vida. Todos tenemos una serie de patrones genéticos de personalidad que determinaran nuestra forma de actuar. “Y con esos mimbres tenemos que construir los cestos”, como dice el refrán popular. Pero, insisto, también todos podemos transformar, modular y reconducir nuestra actitud gracias a la llamada “neuroplasticidad cerebral”, es decir, a la capacidad de las neuronas para modificar sus estructuras y funciones según el entorno y la presión que este pueda hacer en uno u otro sentido.

Para obtener el cambio que nos permita conseguir un mayor bienestar hay que ponerse en marcha, en acción. No basta con querer, es necesario actuar, entrenarse, a veces incluso sufrir, siempre insistir y luchar. No se puede mejorar sino se cambian los hábitos y actitudes que ya tenemos. “Si se hace lo que siempre se ha hecho, se obtendrá lo que siempre se ha obtenido”, parece de perogrullo, pero es muy importante tenerlo en cuenta y no olvidarlo nunca.

 

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