Autismo: diversidad, diferencia y anomalía. Estamos ante una realidad vital peculiar. El autismo no es solo un trastorno, es una forma diferente y compleja de entender, vivir y permanecer en la realidad.
Cuando revisamos los libros de texto, los llamados Trastornos del Espectro Autista (TEA) se definen como una disfunción neurológica crónica con una base genética importante, que desde edades tempranas se manifiesta a través de una serie de síntomas basados en una triada de trastornos, llamada triada de Wing, que afecta a la interacción social, a la comunicación y a la falta de flexibilidad en el razonamiento y en el comportamiento.
Tanto la gravedad, como la forma y edad de aparición de cada uno de los criterios va a variar de un individuo a otro, y a pesar de las clasificaciones existentes, ninguna persona que presenta un TEA es igual a otro en cuanto a características observables. Estamos ante un trastorno cerebral complejo que afecta a la coordinación, sincronización e integración entre las diferentes áreas cerebrales. Las alteraciones esenciales de este tipo de trastornos (interacciones sociales, comunicación y conductas repetitivas e intereses restrictivos) se explican por múltiples anomalías cerebrales, funcionales y/o estructurales, que no siempre son las mismas.
El autismo se presenta como un espectro de trastornos, que puede abarcar distintos
La complejidad y variabilidad de las manifestaciones clínicas sugiere la existencia de una multicausalidad. Los avances más recientes nos indican la cada vez mayor importancia que se concede a los factores genéticos así como a factores ambientales que dan lugar a alteraciones cerebrales muy tempranas.
La hipótesis más aceptada es que los trastornos esenciales de los Trastornos del Espectro Autista se originan durante el embarazo (antes del 6º mes), por lo que suelen estar ya presentes en el nacimiento, y se manifiestan cuando interfieren con el curso normal del desarrollo.
Actualmente se diagnostica de autismo a 1 de cada 68 individuos y a 1 de cada 42 niños varones, siendo por lo tanto más frecuente que los casos de cáncer, diabetes y SIDA pediátricos combinados.
Se presenta en cualquier grupo racial, étnico y social, y es cuatro veces más frecuente en los niños que en las niñas.Siguiendo la clasificación diagnóstica del DSM-IV-TR se identifican cinco tipos de trastornos en los Trastornos Generales del Desarrollo:
Si a un niño se le ha diagnosticado de autismo, la intervención terapéutica temprana es esencial para que pueda beneficiarse al máximo de todas las terapias existentes. Aunque para los padres puede ser difícil etiquetar a su pequeño como “autista”, cuanto más pronto se haga el diagnóstico antes se podrá actuar.
Actualmente no existen medios efectivos para prevenirlo, ni tampoco tratamientos totalmente eficaces o curativos. Sin embargo, las investigaciones indican que una intervención temprana en un entorno educativo apropiado, por lo menos de dos años durante la etapa preescolar, puede obtener mejoras significativas para muchos niños pequeños con trastornos del espectro autista.
Tan pronto como se diagnostique el autismo, la intervención temprana debe ser la norma poniendo en marcha programas eficaces, enfocados al desarrollo de habilidades de comunicación, socialización y mejora de la cognición.
Solo así, actuando precozmente, se puede conseguir reducir síntomas y mejorar la integración de las personas autistas portadoras de un trastorno en gran parte desconocido y que requiere un apoyo intenso y una concienciación amplia de la sociedad.